martes, 30 de agosto de 2016

La Noche de las Máscaras




— Sakura-chan, ¿Qué haces aquí?, ¿Otra vez te has escapado?
— Esta vez mi onee-san no se ha dado cuenta — Le respondió la niña riendo traviesa. 
El niño la miró unos segundos preocupado. 
— No quiero que te castiguen por mi culpa, otra vez. 
— No pasará. Onee-san está ocupada con un cliente muy importante — La niña saltó emocionada y se acomodó junto al niño quien estudiaba unos bocetos que su padre le había encargado — Enséñame que has aprendido hoy — Le dijo extendiendo su mano pequeña.
Ryu tomó la mano de Sakura entre sus dedos, y mojando el pincel en la tinta, se dedicó a marcar contornos sobre su piel tersa e infantil, uniendo puntos, intercalando líneas, curvando esquinas, creando una imagen preciosa, la tinta brillaba soberbia sobre la piel, resaltando la belleza del dibujo y el talento del niño.  
— Es un dragón — Reconoció la niña al ver el dibujo acabado.
— El dragón significa equilibrio, pero también protegen la vida de los humanos, son portadores de fertilidad y suerte.      
— ¿Todo eso te enseñó tu padre? — Sakura admiró el dragón en su brazo una vez más, sus ojos perlados, sus escamas incontables, y aquel fuego que lo envolvía perteneciente — ¿Por qué siempre dibujas en mí?, me gustaría que me tatuaras, porque cuando me baño tus dibujos desaparecen, es pecado que algo tan hermoso se pierda tan fácilmente.     
— Todavía eres menor para tener un tatuaje. Tu onee-san te mataría si lo descubre. 
Sakura le respondió con un puchero de sus labios. Anhelaba tanto un tatuaje de su amigo. Ryu tenía su misma edad, era el hijo del tatuador que vivía al lado del Karyukai, la casa de geishas más importante de toda la ciudad. Su padre la había vendido a la casa, ella lloró, y se escondió de sus hermanas, en su primer intento de escape se ocultó en la casa del vecino, allí fue cuando conoció a Ryu, un joven tierno, su único amigo.
— Ya he visto tu talento — Le dijo Sakura levantándose del suelo con emoción — Ahora es mi turno de mostrarte lo que onee-san me ha enseñado.
Sakura danzó alegre, movía sus brazos con armonía, y sus pies suavemente, marcando un ritmo invisible que solo sonaba en su cabeza. Ryu vio su baile con embelesamiento, su amiga verdaderamente se veía hermosa danzando.   
— Y ¿Bien?, ¿Qué te pareció? — Le preguntó Sakura una vez que había dado por terminada su pieza de baile.
Las mejillas de Ryu se encendieron en vergüenza.
— Fue un baile muy hermoso — Susurró mirando al suelo.
— ¡Sakura-chan!, ¡¿Dónde te has metido esta vez?! — Una voz que sonaba molesta se escuchó a lo lejos.
— ¡Oh, no!, me están buscando — Sakura escondió el dibujo de Ryu debajo de su manga, no quería que su maestra la descubriera y obligara a limpiarlo — Hasta mañana, Ryu-kun.
Sakura escapó de la casa de su vecino para volver con su hermana quien insistía en llamarla. 
Pasaron los años, y la amistad entre estos dos chicos creció, desbordándose como un río, floreciendo como una flor en primavera. Los sentimientos se amontonaron, volviéndose confusos.   
En la adolescencia, Sakura pasó a convertirse en una maiko habilidosa, aprendía todas las artes que su hermana le enseñaba, además estudiaba por su cuenta todo lo que estaba a su alcance, aprendió bailes, canciones, arreglos florales, recitar poesía y teatro, y cuando se llevó a cabo la ceremonia donde se convirtió en una geisha, fue reconocida en toda la ciudad, su hermosura y habilidad para las artes era un imán para clientes que anhelaban su compañía. Pero ella nunca se olvido de Ryu-kun, su vecino, ya no podía visitarlo todos los días como antes, ya que los clientes ocupaban la mayor parte de su tiempo, pero cada vez que se libraba de ellos o de sus hermanas, lo primero en que pensaba era saltar la valla y colarse en la casa de su vecino. Compartiendo así, ella su piel, que era lienzo para él, donde acostumbraba a pintar imágenes, obras de arte, de una belleza particular, dibujos vivaces, que eran de admiración para los ojos de Sakura. En cambio, la joven le pagaba mostrándole algunas de sus habilidades, un baile, una canción sonando en sus cuerdas vocales, dulces y suaves daban una melodía bella y armoniosa.
— Es hermoso — Dijo Sakura paseando sus ojos por su brazo derecho, donde una diosa se alzaba entre dos olas poderosas, mostrando su belleza inhumana, inalcanzable.
— La Diosa Benten, de la fortuna y la sabiduría. También es representante de la literatura y el mar. Puede que esta diosa sea benevolente hacía ti, y te haya otorgado aquellas artes que te son tan dignas. Tienes su protección, de eso estoy seguro.
— Tu también debes tener el favor de los dioses, unas manos que pinten una belleza similar, deben estar bendecidas — Sakura tomó del interior de su manga una flauta de bambú — Ahora déjame devolverte el favor, no soy tan habilidosa como tú crees, pero haré mi mejor esfuerzo.   
La geisha colocó el shakuhachi sobre la punta de sus labios, sujetándolo de forma vertical, respiró  hondo para juntar el aire en sus pulmones y luego lo fue soltando lentamente de forma entrecortada. Fue moviendo los dedos por las aberturas de la caña, cambiando los tonos y las notas que salían de la flauta, combinando los sonidos de una manera mágica, formando una melodía traviesa y dulce al mismo tiempo.    
Los oídos de Ryu se deleitaron fascinados, cerró los ojos un momento concentrándose solamente en la canción. Cuando la flauta enmudeció, volvió a abrir los ojos encontrándose a Sakura mirándolo expectante. Vestía  un kimono de colores discretos, con un estampado brillante, de flores rojas, repartidas de manera uniforme y simple, pero en esa simpleza se resaltaba su belleza. Unos zori de laca separaban sus pies del suelo. Su rostro estaba bañado en maquillaje blanco, como si copos de nieve se hubieran agolpado en sus mejillas y por el resto de su faz, sus labios rojos, resaltaban sensuales. Ryu aclaró su garganta antes de hablar, podía sentir el efecto de la belleza de su amiga reinando sobre su cuerpo, obligándolo a sonrojarse, aunque intentara resistirse.  
— Es una canción muy bella — Dijo alzando las comisuras de su boca en una sonrisa. 
Sakura volvió a guardar el shakuhachi en el interior de su manga, y se inclinó hasta quedar en cuclillas, a la altura de Ryu quien estaba relajado en el suelo. No sé detuvo un segundo en su camino, deposito un beso sobre la mejilla de su amigo y luego le sonrió para volver a hablar.
— Siempre tan halagador. Me gustaría quedarme pero Takahashi-sama debe estar por llegar— Le dijo levantándose del suelo.
— ¿Takahashi?— Preguntó Ryu ya que nunca antes había escuchado ese nombre.  
— Sí, es el hijo mayor de una familia, que según he oído, muy adinerada. Takahashi  se ha vuelto un cliente habitual en el último mes. Viene todas las semanas, sin excepción.
Ryu sintió como algo se oprimía en su pecho, era una sensación que no le agradaba, nunca había sentido algo igual. Nunca se había sentido tan inseguro.  
Sakura volvió al Karyukai, apresurando el paso, en la entrada se encontró con otra geisha, quien la miraba con ojos llenos de una envidia que para Sakura era incomprensible y enigmática.
Takahashi-sama ha venido a verte nuevamente. ¿Acaso él es tu danna?
— ¿Mi danna? — Sakura se sorprendió al escuchar cierta acusación hacía ella, Takahashi, ¿Cómo su amante?, nunca se lo había imaginado — No, no, estas equivocada, solo es un cliente habitual.
La geisha miró a Sakura sin convencerse de sus palabras, y luego se marchó sin decir nada más, pero sin retirar esa expresión insatisfecha de su rostro.      
Sakura prendió el incienso, dando comienzo a la ceremonia japonesa del té, delimitado al mismo tiempo, el tiempo que su cliente disfrutaría de su compañía y sus habilidades en las artes.
Takahashi estaba sentado sobre sus rodillas, en torno a la mesa, mientras Sakura servía el té verde, que desprendía un aroma delicioso.      
— En el palacio todo es tan aburrido — Decía el joven mirando a Sakura.
— ¿Esa es la razón por la que Takahashi-sama pasa tanto tiempo en nuestra casa? — Preguntó la joven sentada al otro lado de la mesa, una vez que acabó de llenar las tazas de porcelana.       
—En el palacio no hay nada que hacer — Dijo para luego agregar con un tono juguetón — Disfruto mucho más tu compañía.
El corazón de la geisha se aceleró alocadamente. Eran unas palabras muy vergonzosas de escuchar.     
— Endulza mi humor con el sonido de tu flauta.
Sakura obedeció la orden de su cliente y tocó la misma canción que hacía una hora atrás había interpretado en la casa del tatuador. Pero ahora algo era diferente. No disfrutaba tocar aquel instrumento de la misma forma, el sentimiento que la embriagaba era distinto, cuando lo hacía para Ryu-kun podía sentir como la alegría la invadía, y sus labios sonreían de manera involuntaria, pero en este momento, no podía sentir aquello, no sentía el deseo de mostrarle a aquel hombre su habilidad en el shakuhachi, pero no podía negarse, su misión era satisfacer los deseos de sus clientes, y si su cliente quería escucharla tocar la flauta, así debía hacerlo.
Terminó la interpretación de la melodía con residuos de mal sabor en su boca, como si aquella canción pudiera tener un gusto amargo.
— Precioso — La alabó el príncipe con las mejillas encendidas en excitación — Ahora tomemos el té.
Y así, Sakura pasó el tiempo, cantando, bailando y sirviendo té verde, hasta que el incienso se apagó, siempre mostrado una sonrisa tímida pero falsa. 
Pasaron los días y Sakura fue llamada por la madre de la casa de geishas, le tenía una noticia muy importante que darle.
— ¿Me ha llamado okaa-san? — Dijo con una leve reverencia en modo de saludo.
— Sakura-chan, ya no serás más una geisha.
La mente de Sakura se quedó en blanco unos segundos, intentando asimilar lo que cavaba de escuchar.
— ¿Porqué?, ¿Qué he hecho? — ¿Acaso la estaban echando del Karyukai?, ¿Qué había hecho para desagradarle a la madre?
— No has hecho nada malo — le aclaró la mujer — Takahashi-sama te ha comprado. Ve a empacar tus cosas, vendrá a buscarte mañana por la mañana — Le confesó con una enorme sonrisa en sus labios.  
En ese momento, sintió de todo menos alegría, una alegría y emoción que no podía compartir con su okaa-san, solo podía pensar en una cosa, que se iría lejos, lejos de Ryu-kun, el chico que había crecido con ella, a la única persona que en realidad quería y sentía parte de su familia, ¿Cómo podía abandonarlo de esta manera?   
Volvió a inclinarse en una reverencia y se retiró de la vista de la mujer en silencio, y cuando se encontró sola, fuera del alcance de la vista del resto de las geishas se lanzó a llorar, permitiéndose sentir aquel aprisionador dolor, que punzaba en el fondo de su corazón.  
Corrió sin detenerse, escaló la valla, y saltó infiltrándose al interior de la casa vecina por la ventana que se encontraba abierta de par en par.
Allí encontró a Ryu, quien estaba limpiando los instrumentos de tatuar, que minutos atrás había utilizado para grabar la piel de un cliente, que ya satisfecho con su tatuaje se había retirado de la casa después de pagar por el trabajo del artista.
Sakura se tiró a los pies de Ryu, sin ocultar el llanto que salía sin detenerse. Ryu la abrazó fuerte, sin saber que era lo que le sucedía, pero de igual manera la consoló intentando tranquilizarla con dulces palabras, ya que le dolía verla tan desesperada.   
— ¿Qué sucede? — Le preguntó Ryu abrazándola con fuerza.
Sakura le contó todo, como había sido comprada y debía por lo tanto abandonar la casa de geishas.
— Ya no podré verte nunca más.
El corazón del joven se retrajo con dolor, no podía imaginarse una vida sin ella.
— Quiero llevarme algo tuyo — Dijo Sakura mirando al tatuador a los ojos — Algo que no se pueda borrar de la piel.
Ryu-kun comprendió cual era el pedido de Sakura, y esta vez no pudo negarse.
Sakura desprendió su quimono, liberando su espalda desnuda.
Ryu utilizó toda la noche para crear la obra más importante de su vida, utilizó la piel de la espalda de su amiga, como un lienzo delicado, lo marcó, hundiendo la aguja inundada en tinta brillante, dibujó en ella, un significado que sólo les pertenecería a ellos dos. Sakura soportó el dolor, que por momentos era insoportable, pero lo resistió, no quería dar marcha atrás y dejar el dibujo inconcluso. Pasaron toda la noche en silencio, solo se escuchaba la aguja perforando piel, y la tinta desparramándose, pintando.   
— ¿Qué es? — Preguntó Sakura cuando Ryu hubo terminado.
— Un dragón rodeado de flores de cerezo. Sakura, tu nombre significa flor de cerezo, simboliza la juventud, la belleza, la fama y la riqueza…  
— Y tu nombre, Ryu, significa dragón ¿Verdad?
— Sí, y siempre te protegeré — Dijo depositando un beso en la frente de Sakura.
— No hay nada que puedas hacer para detener esto — Dijo Sakura reteniendo el llanto.
— No me separaré de ti, te prometo que iré a buscarte. 
Sakura volvió a su casa, con el corazón pesado, y la espalda adolorida, pero era un dolor placentero, que le recordaba que estaría unida a Ryu por siempre.
Tal como la madre de las geishas había dicho, Takahashi-sama fue a la mañana siguiente a buscarla para llevarla a su palacio. Sakura no se resistió, sabía que no había nada que ella pudiera hacer.
El palacio era enorme y ostentoso, plagado de cosas caras y lujosas. Pero no le impresionaban bastante, ya que el anhelo de su corazón opacaba el resto de sus sentimientos, solo deseaba volver al lado de Ryu.    
Unos meses después, cuando en el palacio se festejaba una fiesta de máscaras, Takahashi-sama fue llamado por sus sirvientes en medio de la fiesta.
— Hay un hombre en la entrada que solicita verlo a usted, y se rehúsa a irse hasta que haya podido hablar.     
El príncipe indicó que lleven al visitante a la sala, donde hablaría en privado.
Un joven de cabellos negros como el carbón, y de un porte muy lejos de la nobleza, se presentó ante él, con la mirada encendida, podía ver la determinación en él. Su corazón se emocionó, podía percibir que obtendría algo de diversión de este chico, podía hacerlo sufrir para divertirse a costas de él.
El joven hizo una reverencia y luego habló.
— Quisiera comprarle a Sakura-chan.
— No creó que un joven de tu clase posea el dinero suficiente para pagar lo que yo pagué por ella.    
— No me importa si debo trabajar de por vida para usted, hare lo que sea necesario.     
Takahashi sonrió excitado, siempre anhelando algo con que divertirse, había comprado a la geisha con la intención de animar su vida en el palacio, pero con los días su presencia se había vuelto monótona y ya no lo divertía de la misma forma, pero ahora parecía que podría conseguir algo de este chico.
— No te imaginas lo aburrido que es este palacio, por eso mismo te propongo un juego — Dijo sonriendo con picardía — En el palacio se está llevando a cabo una fiesta de máscaras, si logras descubrir a Sakura-chan entre todas las mujeres, puedes llevártela. Pero sólo tendrás una oportunidad para revelarla, si pierdes no puedes volver nunca más y no tendrás ninguna otra ocasión de recuperarla, ¿Aceptas este trato?  
Ryu miró a Takahashi-sama unos segundo, analizando su propuesta, pero ni siquiera dudó en dar una respuesta, no temía en equivocarse, conocía a Sakura desde niños, una máscara no sería suficiente para ocultarla de él.         
Ryu hizo una inclinación de cabeza.
— Me parece un trato justo — Dijo seguro de sí mismo, seguro de que sería capaz de ganar.
 El príncipe rompió en carcajadas.
— Al fin un poco de diversión.   
Takahashi guió a Ryu al patio trasero, donde se estaba celebrando la fiesta. El patio estaba atestado de adornos, guirnaldas y dragones de papel colgaban de los cerezos, los invitados paseaban entre las mesas, desbordantes de majares. Lámparas colgaban de cordeles, encendidas por velas iluminando la fiesta en medio de la noche. Todos los invitados tenían sus rostros escondidos detrás de mascaras, había desde Tengu, con sus caras totalmente roja y una gran nariz, varios Hyottoko, con su rostro asimétrico y ebrio, que bailaban felices, algunas mujeres portaban a Okame, con sus pómulos hinchados. Incluso pudo ver algunos Tanuki, aquel tejón juguetón y bromista.   
—Sakura ya fue advertida de que actué con naturalidad, como si no te conociera. No queremos que la descubras gracias a sus emociones.    
Ryu caminó entre los invitados, recorriendo con sus ojos a las mujeres, algunas danzaban, otras reían en compañía de un hombre, algunas otras, en grupo, cuchicheaban entre susurros. 
Una mujer en especial le llamó la atención. Tenía un cuerpo delgado, y vestía un kimono bordo, con un obi turquesa. Se paseaba con un abanico, con dibujos de peces koi. Su cabello azabache estaba recogido en varias trenzas. Su rostro estaba ocultado detrás de una hermosa máscara que representaba a Kitsune, aquella zorra plateada engañosa.
Ryu bailó con aquella joven al compas de la melodía interpretada por los músicos. Sus movimientos vivaces y ágiles le eran familiares, ya los había visto antes, en su casa, cuando Sakura lo visitaba por la tarde para mostrarle lo que había aprendido.  
— ¿Ya has decidido? — Se acercó Takahashi.sama — ¿Piensas arriesgar por alguna de las jóvenes de esta fiesta?
— Sí — Respondió Ryu mirando a la joven con la máscara de Kitsune.
— ¿Estás seguro?, solo tienes una oportunidad. Debes estar muy seguro antes de arriesgarte.
— No me estoy arriesgando, estoy completamente seguro. ¡Ella es Sakura-chan!
— ¿Cómo puedes saberlo?, no puedes verle el rostro. Podría ser cualquier otra joven parecida a ella. Ni siquiera yo puedo confirmar que sea ella.  
— Sakura tiene un tatuaje en su espalda, de un dragón rodeado de flores de cerezo, si se encuentra allí, es ella.  
El príncipe caminó rodeando a la joven, y bajando el cuello del kimono unos centímetros, descubrió su espalda. Y como Ryu-kun había asegurado, allí se encontraba el dragón, tan imponente, con su cuerpo serpentino, volando por unas ramas de cerezos, rosados y brillantes. Luego de aquello retiró la máscara, para develar el rostro que ocultaba, y para su sorpresa pertenecía al de Sakura. El príncipe se sorprendió al ver que el tatuador no se había equivocado, ni siquiera había dudado en su elección, él realmente quería a la joven, mucho más que él, ya que ni siquiera había podido identificarla por encima de aquella máscara dramática.  
— Soy un hombre de palabra — Dijo el príncipe con una sonrisa— Me has ganado. Eres libre de llevarte a Sakura-chan contigo.
Ryu y Sakura entrelazaron sus manos, y ambos se marcharon del palacio. Con una sonrisa plasmada en sus bocas, y el corazón rebosante de felicidad.  
— Sabía que cumplirías tu promesa. Qué volverías por mí — Le confesó Sakura que no había tenido miedo, ni tampoco había llorado todo este tiempo que habían estado separados, porque sabía que Ryu haría lo posible por volver a verla y sacarla de ese palacio.     


   



  

lunes, 15 de agosto de 2016

El Emisario de la Muerte



                Poseo un trabajo muy particular. Es bastante agotador, ya que me mantiene ocupado a tiempo completo. Manteniéndome viajando por cualquier parte del mundo, haciendo de todas las personas mis clientes, incluso animales y vegetales no se pueden salvar de mi laborioso oficio.     
                Me visto con mi traje negro y galera brillante, llevo un maletín con mis instrumentos y paso el día recorriendo las calles, visitando casa por casa, desde una mansión hasta un pensión. Un reloj de arena es mi herramienta más útil, con ella puedo medir la deuda vitalicia de cada alma y cuerpo.      
                En fin, mi trabajo se trata de pintar una cana por aquí, una cana por allá, dejar algunas cabezas calvas, marcar arrugas en pieles tersas, dañar los ojos de vistas perfectas obligándolos a llevar anteojos con gruesos vidrios, bajar el volumen de los oídos oyentes, romper algunas caderas, oxidar articulaciones para obligarlos a andar con la ayuda de un tercer pie de madera. Ese tipo de trabajo. Parece fácil, pero no lo es. Debo dejar aquellos mensajes, plantados donde más tarde la muerte arribara.   

                Suelo tener muchos nombres, algunos me llaman embajador de la muerte, tiempo, destino, o simplemente vida. Pero la verdad es que no soy más que un simple emisario, que lleva el mensaje de su empleador, sólo eso.